Un blog escrito bajo severas dosis de etanol.

viernes, 22 de agosto de 2008

Familia Tárrega


El señor Tárrega se acaba de llevar el peor disgusto de su vida, aunque si hubiera sido un poco más observador el incidente no lo hubiera pillado desprevenido.

La señora Tárrega es una mujer de cuarenta y cuatro años, elegante, educada, culta, y aún muy guapa. Es una ama de casa abnegada que se entrega con gusto a las tareas del hogar y al cuidado de David, su único hijo.

David tiene ahora casi catorce años y es un muchacho vigoroso aunque demasiado retraído, en opinión de su padre. Le gusta estudiar y siempre obtiene excelentes notas sin esfuerzo. Se muestra distante con el señor Tárrega pero afectuoso y cómplice con su madre.

El señor y la señora Tárrega apenas mantienen relaciones sexuales, quizá no pasan de seis o siete coitos al año, a los que la señora se entrega sumisa pero desapasionadamente. A pesar de esto podría decirse que se trata de una familia bien avenida.

El señor Tárrega madruga mucho para ir a su trabajo, y dos horas después su esposa se levanta, prepara el desayuno para David y para ella y despierta a su hijo amorosamente. David, en realidad, suele estar despierto a esas horas, pero se hace el dormido para que su madre le susurre al oído mientras mete una cálida mano bajo el pijama y empieza a masturbarlo.

El niño tendría nueve años cuando su madre se la meneó por primera vez. Aquella experiencia fue grata para ambos, pero sobre todo para la señora Tárrega, quien se masturbó frenéticamente una vez que su hijo se fue al colegio. No recordaba haber estado tan excitada nunca. Para David, en cambio, fue un juego con el que no llegó a correrse y que lo dejó muy cachondo durante todo el día.

Desde entonces casi todas las mañanas David es masturbado o follado por su madre. Ella ha visto cómo su hijo empezaba a hacerse un hombre, cómo le aparecía el vello púbico, cómo se desarrollaba su pene hasta ser como es ahora, grueso como el de un adulto ya.

A los diez años el niño sintió el primer orgasmo de su vida -sin eyacular- mientras la señora Tárrega le hacía una experta felación. A partir de ahí siempre quiso más y más. En algunas ocasiones recurría a enfermedades imaginarias para no ir al colegio y quedarse en la cama jugando con su madre.

David tenía once años cuando manchó por primera vez la mano de su madre. Para ella fue tan placentero sentir aquellas salpicaduras de semen que agarró fuertemente la pequeña polla de su hijo y ella misma se corrió sin tocarse tan siquiera.

Luego, de manera sorprendentemente rápida, David empezó a acusar los efectos de la pubertad. Un día la señora Tárrega no pudo contenerse y montó sobre David. Ambos se corrieron casi al instante, y entonces la madre pensó en la posibilidad de un nada deseable embarazo. Para que eso no volviera a ocurrir, la señora Tárrega se aplicó con gran interés a instruir a su hijo para que eyaculara fuera de ella. La señora gozaba sintiendo la espesa leche de David mojando su piel, y también le gustaba saborearla y beberla, pero no podía permitir que su hijo se le corriera dentro, y tampoco estaba dispuesta a usar condones; no renunciaría al enorme placer de sentir ese pene desnudo llenando su coño.

Al principio David eyaculaba a los pocos segundos de sentir la húmeda y caliente mucosa vaginal de su madre envolviéndole la polla, pero con la práctica se convirtió en un maestro retardando el orgasmo, y sólo descargaba la leche al notar que su madre se corría entre gritos y convulsiones. Entonces sacaba el pene y escupía un abundante chorro de lefa sobre el cuerpo tembloroso de la señora Tárrega.

A veces la madre y el hijo salen al campo y follan al aire libre, o lo hacen en el coche, o incluso en los aseos de bares. Viven en un estado de excitación permanente que los hace ser descuidados. Sólo piensan en unirse, en encontrarse, en frotarse, en lamerse y en llenarse mutuamente de saliva, semen, sudor y fluido vaginal. En ocasiones follan en el baño mientras el señor Tárrega ve un partido de fútbol en el salón. Por tanto no era de extrañar que alguna vez los pillara, como así ha sido hoy.

El señor Tárrega se acaba de llevar el peor disgusto de su vida, aunque si hubiera sido un poco más observador el incidente no lo hubiera pillado desprevenido. El señor Tárrega, sin pronunciar palabra y con los ojos espantados vuelve al salón, se sienta en su sofá, mira la televisión sin ver el partido. Creo que está a punto de llorar, pero no lo hace.

Familia Tárrega. Sólo estas dos palabras se leerán en el frontispicio del modesto panteón que los Tárrega adquirieron hace unos años sin saber que se llenaría en un mismo día con tres cuerpos.

Pero esa es otra historia que aún no ha sucedido y no les puedo contar.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Queridísimo Leónidas,

Creo que, independientemente del incesto que en este cuento narras, el erotismo mostrado aquí es destacable.

Debo, también, reconocer que tienes mucha imaginación, puesto que de realidad nada hay en tu relato, muchacho. Si bien es cierto que cada vez vemos más y más casos de este tipo nunca serán como tú lo pintas, o quizás sí, pero casi siempre se trata de personas con problemas mentales o qué sé yo, que tampoco soy una experta. En general estos abusos siempre acarrean traumas, trastornos emocionales, de personalidad entre muchos otros, por esto mismo me parece inadmisible que a un niño de 10 u 11 años, como lo cuentas, pueda merecerle placentera tal relación, en esto sí que eres un total y absoluto cabeza de chorlito.


Capullito de Alelí



PD: Por ciento, creo que a muchos de tus lectores también les ha gustado, pero no lo dicen por eso de ser politicamente correctos.

nomolamos dijo...

claro que no hay nada de realidad, jejjejej estaria bueno, ES UN CUENTO, JEJJJE.
y muy bueno LEO,se me ha hecho hasta corto, vas a tener que deleitarnos con mas, como con el de liit, nos dejas con ganas de mas...

besos mil

Anónimo dijo...

Evidentemente es un cuento, en el que la madre le aplica una teoría y una práctica al niño, ella toma las precauciones informando al niño donde no debe eyacular y cuando se tiene que retirar, pero creo que se confía y no piensa que antes de llover, chispea. Creo que lo debería tener en cuenta.
Un saludo