Un blog escrito bajo severas dosis de etanol.

sábado, 20 de marzo de 2010

Los diversos suicidios del teniente Núñez. (XI)


Al volver a nuestra mesa descubrí que Silvia había pedido otro par de copas. Nunca había visto a una mujer beber de esa manera, y puesto que me llevaba unos cuantos whiskys de ventaja no me importó que hubiera pedido para los dos.

-Pues bien, era viernes si mal no recuerdo -seguí contándole a Silvia -, y a eso de las ocho de la tarde Paco, el marido de Marta De Quevedo, cuando volvía de comprar tabaco se encontró un gran revuelo frente al bloque de pisos donde vive. O donde vivía, porque creo que después de aquello se mudó. Había una muchedumbre arremolinada en la acera y unos vecinos que lo conocían intentaron cerrarle el paso. Alguien gritó "¡no dejéis que la vea!", y entonces él supo que algo horrible acababa de pasarle a su mujer. Afortunadamente Paco no llegó a ver el cadáver de su mujer en ese estado. Gracias a la determinación de los vecinos lograron alejarlo de allí sin que pudiera ver el cuerpo de Marta destrozado tras caer desde el octavo piso.

-Entonces De Quevedo se suicidó como ha hecho hoy Calahorro, saltando al vacío.

-Sí, pero lo de la pobre Marta debió de ser algo tremendamente espantoso. Según me relató un testigo el cuerpo de la chica, al estrellarse contra el suelo, había expulsado el feto y...

-¡Ya! ¡CÁLLATE! -me interrumpió Silvia con un grito que asustó a camareros y clientela -. No quiero conocer esos putos detalles, Alburquerque, no quiero que me cuentes esas mierdas, joder. ¿Te enteras?

-Vale, vale, enterado. Perdona. Si quieres lo dejamos por hoy. Tal vez mañana aún siga vivo y pueda contarte el resto de la historia.

-No, no, querido mío, nada de eso. Yo hoy no me voy a la cama sin saber todo lo que haya que saber (excepto los detallitos chungos, claro).

-Como quieras. Después de la muerte de De Quevedo el Club de los Probables Suicidas convocamos una reunión de urgencia, supongo que para darnos ánimos más que nada. De aquella reunión salió el propósito de implicar de alguna manera a nuestros mandos, de pedirles ayuda. En cierto modo todo esto, esta cadena de suicidios, parecía estar relacionada con el servicio, aunque fuese por algún mecanismo psicológico que no terminábamos de comprender.

-Desde luego es lo que parece, aunque no tenga mucho sentido. Lo que está claro es que cuatro suicidios (porque van cuatro, ¿no?) en tres meses y entre miembros de una misma unidad militar es como para que el Jefe se preocupe y tome cartas en el asunto -apuntó con buen criterio Silvia Contreras.

-¿Tomar cartas? ¡Ja! Luego te contaré las cartas que se tomaron, pero antes te diré que elevé un informe a nuestro coronel, fechado el lunes 31 de marzo de 2008, apenas tres días después de lo de Marta De Quevedo. En ese informe exponía fríamente los hechos objetivos, sin conclusiones a priori ni nada, y lo concluía con la sugerencia de que los restantes componentes de aquella guardia, es decir, Calahorro, Martínez, Sanz, Camúñez, García, Gil y yo mismo, fuéramos sujetos a un seguimiento psiquiátrico por parte de los servicios de la sanidad militar. Por si las moscas, vamos.

-Buena idea. De hecho creo que se le debería haber ocurrido al coronel antes que a ti. Por cierto, ¿se trata del mismo coronel que he conocido hoy cuando me he presentado en la unidad? -dijo Contreras.

-No, qué va. Aquel coronel se llamaba Muriel, Ilustrísimo Señor Coronel Don José Antonio Muriel Gálvez. Y era un fundamentalista cristiano de lo peor.

-¡Con la Iglesia hemos topado! Algo muy común entre los jerarcas militares, por cierto.

-Así es, amiga Contreras, así es. La espada y la cruz, siempre unidas y siempre formando una peligrosísima combinación, que tantos millones de muertos ha provocado a la humanidad. Este coronel me mandó llamar a su despacho al día siguiente.

-Al menos se dio prisa.

-Sí, le urgía mucho encarrilar a lo que él consideraba un puñado de pecadores. Me ordenó que reuniera al Club de los Probables Suicidas y nos presentáramos ante el capellán. Pocas veces me he sentido tan insultado. Esas son las cartas que tomó el Mando. Flipante.

-¿Y fuisteis a ver al páter?

-En un primer momento le dije al coronel que soy un ateo convencido y que mi conciencia me impedía buscar apoyo o consejo de magos. Se lo tomó bastante mal y me dijo que así nunca ascendería a cabo mayor. Me costó aguantarme la risa. Pero cuando transmití la orden (del todo ilegal a mi manera de verla) al Club de los Probables Suicidas comprobé con horror que algunos de ellos, como García y Camúñez, estaban encantados con la idea de hablar con el páter. Al final acordamos reunirnos con el capellán, más que nada por cumplimentar la orden del coronel sin dar lugar a conflictos disciplinarios.

-¿Y qué os dijo el cura? -preguntó Silvia con una sonrisa entre socarrona y ebria.


(CONTINURÁ)

16 comentarios:

Cristina dijo...

Oye, por curiosidad, ¿quién piensa pagar la cuenta?

El soldadito de plomo dijo...

Buena pregunta. Igual acaban haciendo un simpa.

Rocket dijo...

Estimado Soldadito y concurrencia,

No creo que acaben en condiciones de salir corriendo. Descarto el simpa salvo que al autor le de un giro inesperado al final de la historia.

SAludos,
Rocket

El cuñao de Sánchez Dragó dijo...

Caramba, caramba... Ahora te ha dado por escupir. Perdón, quería decir "escribir" (en qué estaría yo pensando).
Y dime, ffffff... (léase cual onomatopeya de exalación del humo de un tóxico cigarrillo), este formato, este género y a esta forma nueva tuya de escribir (jugando a la intriga policiaca, comedia e incluso relato pseudoerótico), ¿se le puede ver la influencia de Lorenzo Silva o se puede ver directamente como un intento de plagio? (recalco lo de "intento").

El soldadito de plomo dijo...

Hola, cuñao de Sánchez Dragó:

Me he permitido borrar tu segundo comentario por ser un duplicado del primero. Dicho esto te respondo que no creo que en modo alguno este cuento suponga una nueva forma de escribir para mí. En cuanto a esa posible influencia de Lorenzo Silva decirte que de él solamente he leído las aventuras de Bevilacqua y Chamorro, y no les veo ningún parecido con este relato mío. Puede ser que si no has leído más que a ese señor todo lo demás te suene a él.

(Y exhalación lleva una preciosa "h" intercalada).

Rocket dijo...

Estimado soldadito,

Compruebo que el cuñao de Sánchez Dragó le tiene a usted en franca estima. ¿No será usted por ventura el toro que mató a Manolete?

Saludos,
Rocket

P.D.

Pues a mi su relato me parece clavadito, clavadito a uno de Jean-Paul Sartre con algún ligero toque, ¡como no!, de Tom Clancy... ¡ah!, ¿qué no?. Bueno, pues reivindico el mismo derecho que otros a decir gilipolleces

El soldadito de plomo dijo...

Querido Rocket, yo soy isleño de adopción, que no Islero. Y en efecto hay personas que me tienen en "franca estima" (y ojalá dure eso, porque siempre desconfié de quienes se presentan como amiguitos chachipirulis de todo el mundo).

Respecto a las similitudes entre este cuento y los de otros autores (intento de plagio lo llamaría el cobarde que se oculta tras el alias "El cuñao de Sánchez Dragó"), a mí me recuerda mucho al estilo de Leónidas Kowalski de Arimatea (D. E. P.)

el cuñao de Sánchez Dragó dijo...

Rocket, como tú mismo dices, el relato es "clavadito, clavadito". ¿A cuál? ¿Al estilo de quién? Eso da lo mismo; lo que vienes a confirmar es la falta de originalidad.

Soldadito de plomo... Perdón por mi lapsus mental, falta de ortografía o error imperdonable (llámalo tú como quieras). Se ve que tenemos más en común de lo que crees, que no sólo el estilo al expresarnos. Los dos escribimos mal, aunque en ámbitos diferentes, no sé si me sigues...

Hale. Como dicen por ahí, "siga jugando..."

El soldadito de plomo dijo...

Madre mía. Parece que El cuñao de Sánchez Dragó tiene serias dificultades para captar las ironías.

Y sí, seguiré jugando, pues no se trata más que de eso.

Rocket dijo...

Estimado soldadito,

Jajajajajajajjajajajajaja, pero no me negará usted que es divertido.

Saludos,
Rocket

El soldadito de plomo dijo...

No se lo niego, no. Hay mucho cómico involuntario por el mundo.

El cuñao de Sánchez Dragó dijo...

¿Cómico yo? Gracias, gracias. Uno hace lo que puede. Eso o que nací con más chispa que el Windsor, vaya Vd. a saber.
No obstante, me alegro que la crítica destructiva le cause gracia.

¿Me permite un halago? Quería resaltar una de sus virtudes (para una que tiene). Encaja muy elegantemente que le digan que escribe con el culo (perdón, ¿se podía decir "culo" a estas horas?).

Por cierto, que el otro día se me escapó un detalle. Ínfimo, no creas. Dices algo así como que "En cuanto a esa posible influencia de Lorenzo Silva decirte que de él solamente he leído las aventuras de Bevilacqua y Chamorro". ¿Cómo? No es posible. "I can't believe it", que diría la pija de mi parienta (yo prefiero usar el término "elegante de más", que me resulta más estiloso).

El soldadito de plomo dijo...

Cuñao de Sánchez Dragó, siempre he encajado mejor las críticas destructivas y las simplemente negativas que los halagos.

el cuñao de Sánchez Dragó dijo...

Otro resentido que no sabe enfrentarse cara a cara con la gente (a eso se le llama "cobarde") y utiliza los blog para descargar su rabia contra el mundo. Escribir es más fácil que dar la cara, ¿no?

El soldadito de plomo dijo...

Este ultimo comentario tuyo, Cuñao de Sánchez Dragó, es una gilipollez que no viene a cuento. ¿A qué viene decir que soy un resentido que no sabe dar la cara? ¿Cómo te atreves, petimetre, a acusarme de eso?

Ayyyy... Algunos desgraciados llegáis a ser insufribles, pero por mí que no quede: ME LLAMO FRANCISCO JAVIER PINEDA ALBURQUERQUE. ¿Y tú quién eres, "cuñao de Sánchez Dragó"? ¿Y por qué me tienes tanta tirria? Escribir es más fácil que dar la cara, ¿no? Mwajajaja...

el cuñao de Sánchez Dragó dijo...

¿Quién soy? Alguien tan ocasional como circunstancial, un auténtico espontáneo de tu bitácora.
¿Por qué te obsesionas con la identidad? Me da igual quién eres. Igual que a tí quién soy yo, porque no me conoces de nada.
Y sí, soy el cuñado de Sánchez Dragó.

Oye, encantado.

Ta luego.